Gino volvió a casa. Poco menos de veinticuatro horas después del momento en que lo encontraron, casi ahogado, dentro de su pileta, el nene de dos años se reencontró con su pelota de rugby y con sus dibujitos en la tele. Y también con su mascota, que no dejó de saltarle y tirarle lengüetazos al ver su llegada. Es Eva, la perra Labrador de seis meses que, gracias a sus desesperados aullidos, logró que su inseparable amiguito fuera rescatado a tiempo. Justo para que ambos, después de casi un día que pareció una eternidad, volvieran a estar juntos. Porque Gino no sólo volvió a casa. Volvió a la vida, y todo por el instinto de su fiel mascota.
“Cuando llegamos a la pileta el nene estaba boca arriba, como muerto, con los ojos para atrás y todo morado”. La imagen aterra y sólo se atenúa por la serenidad que muestra Patricia (40) al contarla. “Es que todavía no caí”, confiesa la mamá de Gino, apenas llegada del hospital Penna donde su hijo estuvo internado en el área de Pediatría hasta ayer a las cuatro de la tarde.
Casi a la misma hora del domingo, en esa pintoresca casa del barrio El Nacional, en las afueras de Bahía Blanca, donde la mujer atiende su peluquería, era todo desesperación. “Salí a recibir a mi hermano que venía a buscar a mi otra hija y cuando volvimos, al rato, la perra comenzó a ladrar”, le contó a Clarín .
Los ladridos y aullidos de Eva se mantuvieron mientras Gino permanecía caído en la pequeña pileta de cemento de no más de medio metro de profundidad. El animal despertó al padre del chico, que estaba durmiendo la siesta. Cuando salió al patio, vio a su mujer llorando y a su cuñado con el nene, todo mojado, en brazos. “Estaba muy mal. Le tuvo que hacer resucitación cuatro o cinco veces hasta que volvió en sí. Le volvieron los ojitos y comenzó a recuperar el color”, relató Gustavo Belleggia. El papá de Gino (47) es operario en la empresa eléctrica EDES y todos los años realiza entrenamientos con maniobras de reanimación. “Antes de que llegara el servicio de emergencia, el nene ya había devuelto gran parte del agua que había tragado”, remarcó.
Gustavo contó que la asistencia llegó rápido y agradeció la atención que recibió su hijo en las veinte horas que pasó en el hospital: “El trato de todos los médicos y enfermeras fue maravilloso”. Sus conocimientos de primeros auxilios se sumaron al lastimoso aviso de Eva para rescatar a Gino. “No eran los ladridos de una perra normal. Se notaba que estaba desesperada y que quería que alguien fuera hasta ahí”, recordó el padre.
Cuando su mujer y su cuñado fueron hasta el patio, Eva, además de aullar, estaba con sus patas estiradas, casi al borde de la pileta, como queriendo llegar hasta donde estaba el nene. “Se la trajimos en agosto, para el último Día del Niño, y están juntos todo el día. Juegan, hacen lío, rompen todo. Es como su hermanita menor”, graficó Gustavo, padre además de Leandro, de 21 y jugador de rugby, y de Ariana, de 11 y jugadora de hockey.
Ahora, más que nunca, todos estarán pendientes de Eva y de los movimientos del inquieto Gino, que antes de regresar a casa hizo varios amigos en la sala de juegos del hospital, donde ayer Clarín lo vio corretear de un lado a otro. Los médicos los alertaron sobre cualquier problema de agitación, fiebre o dificultades para respirar, porque el nene aún tiene restos de agua en sus pulmones . Ayer, después del reencuentro con Eva, se aferró a la ‘guinda’. “No sé si será rugbier, pero sí que será nuestro ángel de la guarda”, dijo la mamá, aliviada.
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