Benedicto XVI atacó al “movimiento de los párrocos”, un grupo de curas que reclaman reformas. “La desobediencia no es camino para renovar Iglesia”. Y aclaró que la negativa para la ordenación de mujeres sacerdotes es “definitiva”.
Confirmando su honda preocupación por el peligro creciente de un cisma de curas progresistas, sobre todo europeos, el Papa inauguró hoy las liturgias del Triudo Pascual de la Semana Santa advirtiendo que la “ordenación de las mujeres” y la “desobediencia” no son “el camino para renovar a la Iglesia”. Aclaró que los disidentes “ignoran decisiones definitivas” de la Iglesia, como la ordenación de las mujeres.
El pontífice recordó en su sermón de la misa Crismal, que su predecesor Juan Pablo II rechazó la cuestión de las féminas sacerdotes en forma “irrevocable”, un gesto en el que fue muy importante la asistencia teológica que le brindó el entonces cardenal alemán Joseph Ratzinger, que era el guardián de la ortodoxia como “ministro” del ex Santo Oficio, el dicasterio de la doctrina y la disciplina.
“La Iglesia no recibió autoridad del Señor para ordenar mujeres sacerdotes”, afirmó el Papa.
La intervención de Benedicto XVI fue inesperada porque incluir el conflicto en el sermón del Jueves Santo, una jornada dedicada al sacerdocio, exalta la gravedad de la disidencia dentro de la Iglesia, que en Europa se ha manifestado en varias ocasiones del pontificado de Joseph Ratzinger. El Papa entrará 19 de este mes en el octavo año de su pontificado tras cumplir, tres días antes, 85 años de edad.
“Hace poco un grupo de sacerdotes en un país europeo ha publicado un llamado a la desobediencia”, dando además “ejemplos concretos” de como expresar esa desobediencia, “que debería ignorar decisiones definitivas del Magisterio”, dijo Benedicto XVI.
El Papa respondía sin nombrarlos a alrededor de 400 sacerdotes austríacos que en junio del año pasado firmaron un documento reclamando al pontífice cambios fundamentales en la orientación de la Iglesia universal, que con la llegada al poder de Joseph Ratzinger ha acentuado una línea ultraconservadora tradicionalista. Los sondeos revelan que el 72% de los cuatro mil clérigos de Austria simpatizan con los rebeldes.
El movimiento se ha extendido de Austria a Alemania -patria del propio Papa-, Suiza, Alemania, Bélgica, Irlanda y otros países europeos. Lo grave según algunas fuentes vaticanas, es que también en el continente americano, en Asia y en Africa hay señales de simpatías de grupos de curas progresistas.
Los disidentes reclaman que se permita el sacerdocio de las mujeres, ya adoptado por la Iglesia Anglicana de 80 millones de miembros, el fin del celibato obligatorio en el rito latino. Además, que se autorice la comunión de los divorciados católicos vueltos a casar, se adopte una posición más abierta a la sociedad moderna en el tema de la fertilización asistida y el uso de preservativos para combatir el Sida. También los clérigos progresistas reclaman que el Vaticano abra a una mayor participación de los laicos en la gestión de la Iglesia. Por ejemplo que, ante la creciente escasez de sacerdotes, se autorice la ordenación de los laicos “viri probati”, hombres casados de probada fe que podrían, sin cambiar su status familiar, ser incorporados al clero.
El líder del llamado “movimiento de los párrocos”, considerado ya como el “Lutero austríaco”, es monseñor Helmut Scheller, de 59 años, que fue presidente de la Caritas de Austria y vicario general del arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schoenborn, quién se opone a los disidentes pero que rechaza la adopción de medidas represivas como reclama una parte de las altas esferas en el Vaticano.
La homilía del Papa podría abrir dos caminos alternativos: el comienzo de un diálogo con los disidentes, como reclaman los seguidores de monseñor Scheller, confinado hoy al puesto de párroco en la aldea de Probstdorf; o el comienzo de una fase represiva que podría culminar en un abierto cisma. “Las consecuencias serían peores”, afirma el cardenal Schoenborn.
Benedicto XVI dijo hoy en la basílica de San Pedro: “Queremos creer que los autores del llamado a la desobediencia son movidos por un gesto solícito hacia la Iglesia, convencidos que es necesario afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir vías nuevas a fin de llevar a la Iglesia a la altura de hoy. Pero ¿la desobediencia es verdaderamente una vía?”.
En la ceremonia de ayer el Papa bendijo los santos oleos que utilizan los sacerdotes durante los sacramentos, como el bautismo, la confirmación y la extrema unción. Esta noche, Benedicto XVI realizará el tradicional lavado de los pies de doce curas ancianos, en recuerdo del rito que realizó Jesucristo con los apóstoles antes de la Ultima Cena en señal de humildad.
El pontífice recordó en su sermón de la misa Crismal, que su predecesor Juan Pablo II rechazó la cuestión de las féminas sacerdotes en forma “irrevocable”, un gesto en el que fue muy importante la asistencia teológica que le brindó el entonces cardenal alemán Joseph Ratzinger, que era el guardián de la ortodoxia como “ministro” del ex Santo Oficio, el dicasterio de la doctrina y la disciplina.
“La Iglesia no recibió autoridad del Señor para ordenar mujeres sacerdotes”, afirmó el Papa.
La intervención de Benedicto XVI fue inesperada porque incluir el conflicto en el sermón del Jueves Santo, una jornada dedicada al sacerdocio, exalta la gravedad de la disidencia dentro de la Iglesia, que en Europa se ha manifestado en varias ocasiones del pontificado de Joseph Ratzinger. El Papa entrará 19 de este mes en el octavo año de su pontificado tras cumplir, tres días antes, 85 años de edad.
“Hace poco un grupo de sacerdotes en un país europeo ha publicado un llamado a la desobediencia”, dando además “ejemplos concretos” de como expresar esa desobediencia, “que debería ignorar decisiones definitivas del Magisterio”, dijo Benedicto XVI.
El Papa respondía sin nombrarlos a alrededor de 400 sacerdotes austríacos que en junio del año pasado firmaron un documento reclamando al pontífice cambios fundamentales en la orientación de la Iglesia universal, que con la llegada al poder de Joseph Ratzinger ha acentuado una línea ultraconservadora tradicionalista. Los sondeos revelan que el 72% de los cuatro mil clérigos de Austria simpatizan con los rebeldes.
El movimiento se ha extendido de Austria a Alemania -patria del propio Papa-, Suiza, Alemania, Bélgica, Irlanda y otros países europeos. Lo grave según algunas fuentes vaticanas, es que también en el continente americano, en Asia y en Africa hay señales de simpatías de grupos de curas progresistas.
Los disidentes reclaman que se permita el sacerdocio de las mujeres, ya adoptado por la Iglesia Anglicana de 80 millones de miembros, el fin del celibato obligatorio en el rito latino. Además, que se autorice la comunión de los divorciados católicos vueltos a casar, se adopte una posición más abierta a la sociedad moderna en el tema de la fertilización asistida y el uso de preservativos para combatir el Sida. También los clérigos progresistas reclaman que el Vaticano abra a una mayor participación de los laicos en la gestión de la Iglesia. Por ejemplo que, ante la creciente escasez de sacerdotes, se autorice la ordenación de los laicos “viri probati”, hombres casados de probada fe que podrían, sin cambiar su status familiar, ser incorporados al clero.
El líder del llamado “movimiento de los párrocos”, considerado ya como el “Lutero austríaco”, es monseñor Helmut Scheller, de 59 años, que fue presidente de la Caritas de Austria y vicario general del arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schoenborn, quién se opone a los disidentes pero que rechaza la adopción de medidas represivas como reclama una parte de las altas esferas en el Vaticano.
La homilía del Papa podría abrir dos caminos alternativos: el comienzo de un diálogo con los disidentes, como reclaman los seguidores de monseñor Scheller, confinado hoy al puesto de párroco en la aldea de Probstdorf; o el comienzo de una fase represiva que podría culminar en un abierto cisma. “Las consecuencias serían peores”, afirma el cardenal Schoenborn.
Benedicto XVI dijo hoy en la basílica de San Pedro: “Queremos creer que los autores del llamado a la desobediencia son movidos por un gesto solícito hacia la Iglesia, convencidos que es necesario afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir vías nuevas a fin de llevar a la Iglesia a la altura de hoy. Pero ¿la desobediencia es verdaderamente una vía?”.
En la ceremonia de ayer el Papa bendijo los santos oleos que utilizan los sacerdotes durante los sacramentos, como el bautismo, la confirmación y la extrema unción. Esta noche, Benedicto XVI realizará el tradicional lavado de los pies de doce curas ancianos, en recuerdo del rito que realizó Jesucristo con los apóstoles antes de la Ultima Cena en señal de humildad.
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