Rajoy, hay que decirlo, está bastante más complicado que Scioli: se puso como meta recortar 65 mil millones de euros (unos 400 mil millones de pesos) en los próximos dos años. El paquete de medidas incluye un aumento del IVA general del 18 al 21 %, la supresión de la paga extra de Navidad de todos los funcionarios hasta el 2014, la rebaja de la cobertura de desempleo, la eliminación del 30 % de los concejales municipales, la quita de dinero para subvencionar a partidos y sindicatos, y se estudia la privatización de los ferrocarriles. No llega Rajoy a estas decisiones precisamente por la fiesta de su predecesor. José Rodríguez Zapatero, un socialista raro de esos que defienden el neoliberalismo, aplicó el 12 de mayo de 2010 un ajuste grosero (aunque era la cuarta parte de éste, añoran los españoles) con aumento de IVA y todo, lo cual le valió en aquel momento la crítica sardónica de Rajoy, que hoy hace lo mismo pero empeorado, con escenas de represión a mineros que dan la vuelta al mundo. Ambos alumnos aplicados de las recetas del Banco Central Europeo (BCE), no lograron evitar que al país ibérico le hayan retirado esta semana la silla en su directorio supranacional. España debe hoy 100 mil millones de euros (unos 600 mil millones de pesos), casi lo mismo que todo su PBI. Es evidente que la política del ajuste por el ajuste profundiza la crisis, lejos de resolverla, y está impactando negativamente sobre la sociedad. Los datos ibéricos son elocuentes: en mayo se cerró un 20,6 % más de empresas que durante el mismo mes de 2011, hay 5,6 millones de desocupados, 300 mil ejecuciones hipotecarias se iniciaron desde 2007, el 23 % de los españoles vive por debajo del umbral de la pobreza, las listas en albergues para gente en situación de calle tiene tres meses de espera -el 12 % de los ya alojados tiene formación universitaria- y de cada 100 empleados, 14 son pobres. España es, junto a Grecia, la cara dramática de la caída en el nivel de vida de toda la Eurozona. Por caso, aún en uno de los motores principales de la UE como Francia, país que consigue préstamos a tasas negativas en el mercado, es cierto, pero para afrontar una deuda equivalente al 89,3 % de su PBI después de la administración errática de Nicolás Sarkozy, ya comienza a sentirse un aire generalizado de desazón: Hollande se comprometió a un ajuste de 33 mil millones de euros en 2013 (unos 200 mil millones de pesos), aunque a diferencia de Rajoy, le puso condiciones a la voracidad alemana, y prometió a los franceses que creará nuevos tributos a los sectores enriquecidos y que no tocará beneficios sociales. Sin embargo, el anuncio de la empresa PSA (Peugeot-Citroën) de la eliminación de 8.000 empleos y el cierre de su fábrica en Aulnay, produjo estupor en una ciudadanía que no quiere verse reflejada en las malas noticias que provienen de Madrid a diario. De inmediato, el gobierno francés tuvo una salida a la Argentina y dijo que garantizaría las fuentes de trabajo, y resta por ver cómo lo hace. Inmersos en peleas sectoriales recurrentes, los argentinos nos desacostumbramos a ver qué está sucediendo ahora mismo en la vieja y culta Europa. A eso hay que agregarle que los diarios hegemónicos, espadas del establishment local que atraviesan el discurso público de izquierda a derecha, ocultan la crisis global porque de esa manera pueden presentar cualquier traspié nacional como una verdadera hecatombe, que no ocurre en un contexto internacional complicado como nunca antes, sino en una apacible Suecia que no fuimos ni somos. Solo así se entiende que un gobernador que por primera vez debe administrar con un celo mayor las cuentas públicas, ante una restricción de coyuntura quiera hablar de emergencia y tome atajos como si viviera en la Eurozona. Debería saber cualquier político que el dinero que se les saca del bolsillo a los trabajadores es dinero que no va al consumo, por lo tanto un atentado a la economía y a la recaudación. En Buenos Aires y también en España. Un político, además, con deseos presidenciales para el 2015, no puede dejar de leer los diarios españoles y franceses: los testimonios de los alcanzados por la crisis son un calco de los que se leían en los medios argentinos de 2001. Un cambio de época como el que vivimos no admite viejas recetas porque ya demostraron ser inútiles en el pasado. Es un desafío enorme. Así de claro, así de serio.
martes, 17 de julio de 2012
España 2012: al borde del 2001
A Daniel Scioli, según dice, le faltan 2.000 millones de pesos para el pago del medio aguinaldo de los estatales bonaerenses. De la noche a la mañana, el gobernador decidió entonces cuotificar el desembolso e intentó hacer votar una ley de emergencia que le daba una inmensa tijera para afrontar el rojo. Venía de impulsar el revalúo rural, un nuevo tributo a los más ricos de la provincia -como, al menos, están planteando Barack Obama y François Hollande a sus sociedades para capear la crisis económica planetaria-, pero ante el primer faltante reaccionó a lo Mariano Rajoy y la derecha española guadañando salarios y resintiendo el consumo, es decir, profundizando los males que dicen combatir con estas decisiones de ortodoxia económica. El viernes último, el presidente español admitió que no tenía soberanía política ni económica de la Unión Europea (“no podemos elegir, no tenemos esa libertad”) al querer justificar el mayor ajuste fiscal desde fines del franquismo.
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