El pánico, desde el punto de vista psiquiátrico, es considerado como una vivencia de miedo o terror intenso, con sensaciones de descontrol, desmayo o muerte inminente que se producen en conjunto y que se presentan súbitamente en individuos predispuestos. También se lo conoce como crisis de ansiedad ya que pertenece al grupo de trastornos de ansiedad, con episodios que comienzan repentinamente y con síntomas que duran un tiempo breve -entre 10 a 20 minutos- aunque en algunos casos, tiendan a repetirse varias veces por día. Durante estas crisis, la reacción física es similar a la que ocurre en una respuesta de alarma ante un peligro real, con la diferencia de que, en este caso, es desencadenada en ausencia de una amenaza concreta. Cuando el trastorno es serio, la persona vive en constante miedo de volver a sufrir otro ataque similar al vivido y para evitarlo, comienza a alejarse de los sitios o situaciones que asocia a su malestar. Si una persona sufrió una situación traumática en un lugar rodeado de gente, seguramente quiera evitar las grandes concentraciones de personas y los lugares cerrados. En casos extremos este miedo permanente llega a controlar la vida y favorece el aislamiento disminuyendo la propia calidad de vida del individuo y de quienes lo rodean. A diferencia de los demás trastornos, el ataque de pánico se caracteriza por poseer múltiples causas y tener un componente de predisposición genética combinado con factores psicosociales. En la Argentina, este trastorno lo padece entre el 6% y el 8% de la población en algún momento de su vida, e incide en personas de todas las clases sociales, fundamentalmente entre los 30 y 50 años. Este es un mal cada vez más frecuente, y las consultas se multiplican en los consultorios de psicólogos: también, son motivo de visita al cardiólogo, ya que pueden generar fuertes taquicardias, que asustan y causan confusión. Es así como la persona puede dar con un diagnóstico certero sobre su situación. Siguiendo los lineamientos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales IV (DSM-IV por sus siglas en inglés) se diagnostica una crisis o ataque de pánico a la aparición temporal y aislada de miedo o de malestar intensos acompañada de 4 o más de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión dentro de los primeros 10 minutos. * Taquicardia, elevación de la frecuencia cardíaca * Temblores o sacudidas * Sudoración en manos y pies. * Sensación de calor o frío repentinos (escalofríos o sofocaciones) * Parestesia (hormigueo o adormecimiento de extremidades inferiores y superiores) * Temor a perder el control o volverse loco * Inestabilidad, mareos, desmayos * Sensación de atragantarse * Miedo a una muerte repentina * Opresión o malestar torácico * Ardor en la zona del pecho, más precisamente del lado izquierdo. * Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo) * Sensación de malestar estomacal. Nauseas o molestias estomacales * Sensación de ahogo o falta de aliento Si uno sospecha de un ataque de pánico, los médicos recomiendan primero tranquilizarse y concentrarse en un pensamiento positivo. El siguiente paso es recurrir, siempre, a un profesional de la salud que ayude a estabilizar las angustias, saber por qué ocurren estos episodios y, así, tratar de evitar que se repitan. Asesoró: licenciada Adriana Alonso (Matrícula: 42993), psicóloga, especialista en Psicocardiología. Fundación Cardiológica Argentina
miércoles, 25 de julio de 2012
Vivir Mejor ...
Ataques de pánico: cuando el miedo paraliza la vida
Las consultas por ataque de pánico se multiplican en consultorios psicológicos y cardiológicos, dado que las crisis de ansiedad generan diferentes síntomas que pueden causar confusión. Cómo reconocer los episodios y cuándo pedir ayudar profesional
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